Con tristeza veo y escucho las noticias sobre la lesbiana que acuchilló y mató a la mujer que fuera su pareja, su ex.
La misma historia se repite, pero esta vez la figura de femicida la encarna una mujer, una igual, alguien que supuestamente ama a otras mujeres… lo lamentable es que las ama igual que los machos nos aman, igual que este sistema, esta cultura nos dice que tenemos que amar, en posesividad, sin respetar la voluntad o decisiones del resto y donde si tu ser amado deja de quererte o, simplemente, ya no quiere seguir contigo se hace merecedor de todo el odio que eso pueda generar en ti, ya que siempre nos dijeron que el amor todo lo puede y que es para siempre, por tanto es imposible que se acabe. Nos llenamos de cuentos romántico-amorosos (concepto de Margarita Pisano) de pautas y estructuras que nos dicen cómo es el amor, cómo debemos sentirlo, pensarlo y vivirlo.
Siempre nos dicen que el amor es lo más importante, que el amor es sacrificarse, es entregarse por completo al otro, vaciarse en el otro, dejar de pensar, solo sentir, dejar de pensar por ti mismo y empezar a pensar por los dos, que es completarse en otro… como si no hubiera más opción que vivir de a dos y ojalá casados bajo todas las de la ley, pero ¿dónde queda mi individualidad? ¿dónde queda mi libertad? ¿y la creatividad para aventurarme en amar de otros modos? ¿Por qué aceptamos sin cuestionar esta manera de amar que nos hace seguir repitiendo relaciones tortuosas ad infinitum?
Las mujeres estamos colonizadas en este sistema, tan ajeno y absurdo, que buscamos el drama para sentir algo, para sentirnos vivas. Cómo no va a ser absurdo querer ser propiedad de otra persona, que termine anulando incluso tu propia voluntad, o querer que otro sea de tu propiedad.
Llevamos un estilo de vida tan esclavizante, cuadrado y definido desde fuera de nosotros mismos, tanto así que buscamos abandonarnos y que sea otro/otra quien venga a “darle sentido” a nuestras vidas.
Nos emocionamos con que nos quieran, aunque nos quieran mal, porque mal es mejor que nada, porque algo es mejor que estar solo/sola.
Es a las mujeres a quienes más se nos adoctrina en el tema del amor, en encontrarlo, en ser “digna” de un hombre que te pida matrimonio para terminar siendo SU mujer.
¿Será acaso nuestro destino cruel? ¿Es el amor el opio de las mujeres, como decía Katte Millett, que nos consume y no nos deja energía para crear otras cosas, otros mundos?
Si hablamos de lesbianismo, de relaciones entre mujeres, es más posible que se junten dos románticas-amorosas, cosa que puede llegar a ser tan dramática como la noticia de este femicidio, pero también, al estar/sentirnos ajenas es posible también conectarnos con todas esas potencialidades que tiene el lesbianismo, de salirnos de las normas establecidas por otros (con el fin de controlarnos), de rebelarnos ante las imposiciones patriarcales que nos dictan cómo debe ser la vida y que nos dicen que el amor/odio es como en verdad se ama.
Está la posibilidad de sanarnos de ese odio que siempre hemos sentido/sufrido por ser mujeres y que, a veces, preferimos negar o no ver, porque es doloroso, porque el solo hecho de haber nacido mujeres nos hace merecedoras de todos los males del mundo.
Una relación lésbica (que no solo es sexual, ya que son los hombres que nos ven como objetos sexuales, quienes definen el lesbianismo como sexo entre mujeres, para nosotras es mucho más que eso) puede llegar a sanarnos de la misoginia, tiene las potencialidades de construirse en horizontalidad y respeto, con mucho en común y sin aplastar o borrar las diferencias que pueda haber entre ambas, conectándonos en la experiencia común de haber nacido y sobrevivido mujeres en este mundo, orgullosas de serlo y queriéndonos mujeres.
En este mundo hostil, que solo nos trae muerte, que día a día nos “sorprende” con femicidios más horribles y brutales que el anterior ¿qué vamos a elegir? ¿nos seguiremos relacionando sistémicamente desde lo que nos ha enseñado esta cultura que es el amor (amor/odio)? ¿seguiremos contándonos cuentos de medias naranjas o de una buena vez nos pensaremos como seres humanos completos en sí mismos, que no necesitamos completarnos en nadie? ¿nos atreveremos a deconstruirnos en nuestros gustos, sentires y deseos para empezar a desarrollar nuestras potencialidades? ¿empezaremos a ensayar nuevas formas más libres, respetuosas y horizontales de relacionarnos?
Hagamos una elección, pero que sea una elección consciente, sin engañarnos ni engañar a los demás sobre desde dónde estamos parados a la hora de amar.