Piñera se burla del pueblo posando en Plaza Dignidad.

El Privilegio

Desde agosto del 2020 he vivido en distintos airbnbs en California. Van y vienen hombres blancos que no tienen idea lo que está pasando en sus vidas. Doy dos ejemplos.

Vivo con un mormón en sus 40s. Lo echaron de su casa y no sabe por qué. De hecho, me dice que su esposa necesita dejar de trabajar y que en realidad ella no se quiere divorciar. No entiende por qué ella lo desobedece a él y a dios.

Viví con otro de 60s que acosó a un amigue que me vino a ver. No pudo con un no. El saco de wea juró de guata que tenía una historia de amor romántico con mi amigue, y que yo era su gran amenaza.

Para pasar el tiempo juntos, estos hombres se juntan los martes por la noche a revisar sus apuestas en el mercado financiero, comiendo pizza y chocolate, celebrándose cuando ganan y dándose ánimo cuando pierden pues como dicen, las ganancias siempre vienen de vuelta.

En un momento histórico de trauma global donde la única salida es la redistribución de poder, hombres que sólo han ganado están en completa crisis. No tienen idea qué pasa y no quieren saber. Esta actitud, que se aprende a lo largo de la vida, define a los hombres que nos gobiernan. Así, entre estos últimos, los cobardes tiran a los militares a la calle; los simplones se asesoran por oportunistas; los ladrones ofrecen una reforma de afp para robarte toda una vida de trabajo; los mentirosos piden que mientas por él en las redes sociales; y los tiranos reinventan la esclavitud con cárceles privadas y salarios que no alcanzan (me inspiro en la Parábola de los Talentos de Octavia Butler).

Es que el privilegio está sostenido en una gran contradicción: se sabe frágil y poderoso a la vez.

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