A juntar rabia

A juntar rabia

En el 2016 salí a la calle a marchar por la abolición del capitalismo. En esas marchas por no más afp también aproveché de llorar por las muertes de personas que mucho amé.

Con Monica, mi primera gran muerte, aprendí sobre el proceso de morir. A reconocer el cansancio del proceso en sus ojitos y a honrar su vida en cada una de sus carcajadas. También descubrí cómo se sostiene colectivamente la muerte. De los miles de actos solidarios, de los tiempos donados y de los gestos conmovedores de compañerxs del alma. Aprendí que el cáncer es una enfermedad de ricos, de las cosas que hacen los doctores homofóbicos y de los discursos discapacitantes que tratan las condiciones crónicas como un asunto de responsabilidad propia y “batallas” personales.

En mis marchas por no más afp lloré mis muertes y grité con todo lo que pude contra el capitalismo, contra ese sistema opresor y de explotación.

Hoy vivo la pandemia en el mismo país de Trump. Estoy lejos de gente que quiero, angustiada y con el corazón apretado. Pero como me recomendó Victor, hago el esfuerzo por transformar esta angustia en rabia y así poner toda mi energía en honrar este proceso de muerte colectiva.

Y es que lo que debería pasar es que personas mayores que yo o con sistemas inmunes diferentes al mío mueran a una escala global estos días. Y porque vivimos bajo un sistema capitalista explotador y opresivo, sé también que será un proceso que impactará de la peor forma a grupos de personas históricamente precarizadas.

Me repito entonces las palabras de Víctor. Transformar esta pena en rabia contra el capitalismo explotador y opresivo. Leo, veo tele y tomo nota de los miles de actos que sostienen este sistema genocida. Para el caso de Chile, tomo nota de los permisos que este sistema da para que algunos decidan desde su soberbia y otros hagan sus movidas de negocio. Y tomo nota también de quién resiste y confronta ese poder soberbio con su diferencia racial, de clase y género. Mi secreto: ojalá fuera lela la presidenta del colegio de medicina.

Durante casi toda mi vida he criticado a hombres cis en el poder. Partí por los hombres de mi familia, pero rapidamente me di cuenta que ahí no estaba realmente el poder. Me volqué entonces a criticar a los abogados famosos. Estudié cómo movilizaron ambiciones profesionales para implementar la reforma procesal penal y cómo de paso, excluyeron los conflictos de familia como asuntos relevantes para la profesión, desfondando la implementación de los nuevos tribunales de familia. En los últimos años cambié mi foco a los economistas y su rol en la discusión sobre pensiones. En mi estudio describo como un grupo de economistas de la concertación movilizó su influencia y poder para excluir las visiones de otras profesiones (como la ciencia actuarial, la sociología y el derecho) y así imponer su visión neoliberal. En mis investigaciones concluyo que abogados y economistas en Chile han considerado que con la excepción de ellos mismos, todo el resto del mundo habla leseras, no entiende nada y no saben lo que quieren. Dicho de otro modo, han usado la supremacía que les da el capitalismo como un sistema interrelacionado de poder para tomar decisiones por personas que detestan. Supremacía y privilegios que más encima tienen la desfachatez de traducir como producto de su mérito y genialidades propias. Eso sí, abogados tienden a ser más cautos que los economistas; los últimos me han dicho a la cara que caminan por la vida como semidioses.

Hoy con mi corazón apretado, llorando y honrando las muertes que están siendo y las que vendrán, me sostiene la rabia contra todos estos machitos que he conocido y todo lo que sé de ellos. Pienso también en lo que me dice Jess y en las posibilidades de que juntemos una bronca tan grande estos días que el capitalismo pueda efectivamente cambiar y no volver a ser el mismo. Si eso llegara a pasar, porque generalmente no ha sido así, quiero pensar que viviremos vidas algo distintas sostenidas por las muertes de estos días.