Piñera, la concerta y la crisis de masculinidad

Piñera, la concerta y la crisis de masculinidad

He estudiado por varios años una respuesta a la pregunta de por qué no ha sido posible implementar una reforma al sistema de pensiones en Chile. En estos años, fui entendiendo que para las autoridades de gobierno de derecha e “izquierda”, quitar a las AFPs del mapa no sólo es inviable, sino que inimaginable. Como me dijo un Chicago boy, “lo que debería haber es que se reconozca otro sistema de ahorro…[pero] si tu dices esto que estoy diciendo yo en voz alta… te creen loco. ¿Te fijas? te tratan de loco altiro, este loco anda transmitiendo leseras”.

Para entender cómo se llegó al punto de considerar una lesera pensar alternativas al sistema actual, me entrevisté con más de setenta personas que son consideradas como “expertas” en pensiones y que en su mayoría tuvieron o han tenido una participación activa en distintos gobiernos. Revisé además todos los documentos publicados desde las dos comisiones nacionales que se armaron (una el 2006 y la otra el 2014) y analicé 95 videos de las audiencias públicas que se organizaron para discutir una reforma el año 2014. A partir de toda esta información, estudié cómo se fue conformando desde el año 1981 una red que agrupó a personas, instituciones y conocimientos que han hecho posible sostener una defensa irrestricta a un sistema privatizado de pensiones.

Una de mis principales conclusiones es que las jerarquías de poder que crea el machismo en conjunto con otros sistemas de opresión (como el clasismo, heterosexualidad obligatoria y racismo) le permitió a un grupo específico de economistas que defienden el sistema actual ser reconocidos como expertos en pensiones. El machismo como sistema de poder crea jerarquías entre lo masculino y lo femenino. Lo primero siempre con más autoridad que lo segundo. Entonces, el grupo de economistas del que hablo usó el poder y hegemonía de la masculinidad para pelear por su autoridad de expertos, desplazar las opiniones críticas que venían desde otras profesiones (por ej., ciencia actuarial, sociología y derecho) y canalizar recursos para producir conocimiento que permitiera defender el status quo. ¿Cómo se usa el poder de la masculinidad para tener una autoridad experta? De mil y un maneras, con prácticas cotidianas, pequeñas y sostenidas.

Por ejemplo. Una primera batalla que dieron estos economistas en los años 1990s fue diferenciarse de los Chicago boys. Tarea no fácil en esos años, pues si algo habían logrado los últimos fue posicionar al sistema de pensiones Chileno como una joyita internacional. El Banco Mundial, por ejemplo, aplaudió y promovió el modelo y contrató directamente a economistas Chilenos como consultores. En los 1990s, para economistas que venían de la “izquierda” y que ocuparon posiciones de poder en los gobiernos les fue muy alto el costo de renunciar a ese capital profesional internacional logrado por los Chicago boys. Lo que hicieron entonces fue cultivar una imagen de si mismos como economistas “serios” y “responsables” que contrario a los Chicago boys, defendían el modelo pero no estaban “fascinados” con el neoliberalismo. Los economistas de la centro izquierda se consideraron a si mismos como hombres moderados y disciplinados que venían a “regular” las pasiones de los economistas de derecha por “la niña bonita del Banco Mundial.” Lo que va entre comillas son citas de mis entrevistas.

El uso de un lenguaje dicotómico de los economistas de la centro izquierda entre responsabilidad versus fascinación (o entre racionalidad versus emoción) no es coincidencia. Es un uso que con el tiempo se hizo muy efectivo porque descansó en la hegemonía de la masculinidad para subordinar la posición de economistas de derecha. Y como lo han estudiado historiadoras, es una distinción entre lo masculino y femenino, o entre razón y emoción que históricamente ha sido muy útil para justificar la creación de los mercados financieros. Hace siglos atrás, el mundo de las finanzas se trataba con imágenes de prostitutas que tentaban las pasiones de los hombres y los volvían fascinados por el dinero. Entonces, para justificar la creación de los mercados financieros, se tuvo que hacer una distinción entre la especulación (obtención de dinero de manera fraudulenta o irracional, lado femenino) y finanzas (obtención de dinero de manera racional y disciplinada, lado masculino). Cuando economistas de la centro izquierda se refieren a los Chicago boys como economistas “fascinados” con la “niña bonita del Banco Mundial”, lo que hacen es usar las relaciones de género para ganar autoridad.

Doy un segundo ejemplo de cómo la masculinidad está metida en la red de experticia que ha justificado el sistema actual de pensiones. Como muchas personas me comentaron en las entrevistas que hice, una distinción importante que cobró fuerza entre economistas durante los años 1990s fue entre la macro-economía y la micro-economía. Economistas de la centro izquierda me comentaron que los Chicago boys tenían conocimientos en macro-economía principalmente. El problema, es que esta rama es “teórica”, “simple”, con «poca complejidad matemática», que funciona de manera “fácil” por “regla de tres” y en base a presupuestos “de primer año de universidad”. En cambio, economistas de la centro izquierda se situaron al lado de la micro-economía. Una rama que según este grupo era mucho más “compleja”, “seria” y “honesta intelectualmente” porque requiere el análisis de datos «duros» para hacer políticas públicas. Aquí de nuevo es importante enfocarse en el uso de dicotomías entre lo simple y complejo, teoría y números, deshonesto y honesto. Al posicionarse como expertos en números, economistas de la centro izquierda establecieron una jerarquía masculina de su conocimiento, subordinando a los Chicago boys como expertos de lo simple y teórico.

Es importante decir que estas distinciones no son sólo retóricas. Van acompañadas de prácticas concretas, reales y que requirieron de una inversión importante de tiempo, energía y recursos. Economistas de la centro izquierda que se fueron posicionando como expertos en pensiones tuvieron que formarse, estudiar finanzas y microeconomía, pelear por recursos para generar conocimiento al interior del gobierno, ocupar cargos en el gobierno y como consultores internacionales y pelearle dia a dia a los Chicago boys su autoridad. Para esto último, por ejemplo, economistas de la centro izquierda tuvieron que entrenarse como personas “arrogantes” pues como me dijeron “los economistas nos respondemos entre los economistas y creemos que todos los demás son unos pelotudos.” Este entrenamiento profesional no se da de un día a otro, es un proceso que toma años y se ancla en la movilización que hacen economistas de su poder como grupo, valorándose e insultándose entre ellos. Estos economistas en general han sido hombres, pero también han logrado participar de este juego profesional mujeres, siempre y cuando eso si, cumplan con las reglas del juego fijadas por los machos.

Mas aun. Esta batalla por alcanzar una autoridad de expertos en pensiones se dio contra otras profesiones. Economistas de la centro izquierda desplazaron las opiniones de personas de la sociología, ciencia actuarial y derecho. Gente de sociología y derecho fue acusada de no saber de números y como consecuencia proponer soluciones “vacias” y “utópicas” en materia de pensiones. Personas de la ciencia actuarial, teniendo conocimientos matemáticos, fueron acusadas por economistas de la centro izquierda de no “hacerse las preguntas relevantes” ni tener presencia en la discusión publica de pensiones. Como me dijo un actuario, la ciencia actuarial tiende a reproducir profesionales con un “perfil curioso”, del “matemático típico, un tipo más bien retraído, de pocas palabras”, y en cambio los economistas “son pasados para la punta, y se meten y opinan y hacen cuestiones… pero por último tienen esa ventaja, de que han logrado por lo menos imponer su [opinión]…”

Lo que quiero transmitir con todo esto, es que para contestar las preguntas de por qué no ha sido posible implementar una reforma al sistema de pensiones en Chile o por qué es inimaginable una alternativa al capitalismo financiero, hay que entender los diversos mecanismos que le dieron fuerza a la red de expertos que ha justificado el status quo. Es una red constituida por personas, instituciones internacionales y nacionales, tecnologías y narrativas. Esta red adquirio fuerza no simplemente por la cooptación de intereses económicos. Sin duda que el poder económico de las AFPs es inmenso y es muy relevante considerar ese poder a nivel local y global para contestarse las preguntas que aquí propongo. Pero también es necesario hacer una lectura de las relaciones de género que han estado metidas en la pelea que han dado los economistas de la centro izquierda para sostener el actual modelo de pensiones. En otras palabras, la red de experticia en pensiones alcanzó su fortaleza por el capital económico de las AFPs y por las prácticas de personas que masculinizaron su experticia en pensiones como un asunto de economistas, de números y finanzas, con respaldo de organizaciones internacionales y excluyendo a otras profesiones y miradas que según ellos hablaban desde la teoría, proponiendo utopías y sin la arrogancia masculina suficiente para imponerse en la discusión pública. Para colmo, han sido estos mismos economistas de la centro izquierda quienes hoy nos dicen que no se pudo hacer una reforma antes, porque no se contaban con los datos duros, entonces ellos no tenían las herramientas para predecir que las pensiones iban a ser bajas. En otras palabras, alegan ignorancia para seguir posicionándose como los “naturales” expertos y seguir a cargo de las políticas públicas en pensiones. Alegando ignorancia, se exculpan de su responsabilidad en no considerar las intervenciones que desde los años 1980s se hicieron desde la ciencia actuarial, ciencias sociales y derecho, y que anticiparon los problemas del sistema. En todo este cuento y por limitaciones de mi estudio, sólo hablo de la supresión de conocimiento generado en contra de otras profesiones con algún tipo de presencia en el gobierno. Ni hablar de la violencia epistémica en contra de comunidades indígenas que hace rato vienen diciendo que este sistema es una trampa.

Cuando se entiende la autoridad de expertos en pensiones como una cuestión que se tuvo que construir socialmente por parte de los economistas de la centro izquierda, y que estuvo llena de contradicciones, tensiones e inseguridades, queda claro que esa autoridad sobre la discusión de pensiones es bastante frágil y arbitraria. Ejerce poder, sin duda, pero es un poder que se sostiene a través de la subordinación, deliberada supresión de conocimiento crítico y de la actitud en concierto entre economistas, convencidos todos de tener la última palabra de todo. Como sabemos, lo que viene sucediendo hace rato en Chile y en otras partes del mundo, es que una ya no les cree a estos expertos. Me pueden hablar en inglés, mostrar sus certificados de Harvard, traer a sus amigos del Banco Mundial, hablarme de números y de rankings, imponerse con toda su arrogancia y sigo sin creerles. En su peor versión, la de Sebastián Piñera, estos expertos de los números hoy acuden a los militares para imponer “orden” porque les es más fácil convencerse del cuento de que Venezuela nos viene a matar, antes que asumir su responsabilidad. Pero que quede claro, estamos como estamos por la derecha y por la centro izquierda que desde los 1990s ha ovacionado a una comunidad especifica de economistas como los mensajeros de las verdades de estado.