La primera lesbiana que conocí en la vida fue la Triny, vecina y amiga de mis abuelas cuando yo era una guagua. Me acuerdo mucho de ese tiempo, de que vivía con la Tere, su amiga, lo que me parecía muy bacán y normal. Mi abuela también vivía con otra mujer, su hermana, mi otra abuela, y así vivían las mujeres felices.
En la casa de mi abuela se hablaba mucho de la Triny y la Tere. Recuerdo que las encontraba bonitas y quería ser como ellas. Tenían varios gatos, porque así eran las mujeres felices.
Mi mamá me contó una vez que la visitaba la alcaldesa y después la diputada. Resulta que alcaldesa y diputada eran la misma persona. Yo sentía que mis vecinas eran famosas, eran importantes y poderosas.
En los 90’s no habían lesbianas, pero había una Triny, una Tere y una María Antonieta Saa que era alcaldesa y después diputada y todas se juntaban en lo que yo creía era una tarde de té y pasteles. Hablaban cosas importantes. Eran mujeres importantes.
De pronto, un día, se fueron.
Me dio pena, no lo entendí, no se despidieron.
Llegaron otras gentes. Familias, matrimonios. Todos pesados, odiosos y malos con mis abuelas y así fue mucho tiempo.
De grande entendí qué era una lesbiana, qué era un camión, y en el camino me olvidé de la Triny.
Más grande pude votar y voté siempre por la Saa, esperando que fuera su último periodo y saliera del clóset satisfecha. Aún no pasa.
El día que volvió la Triny yo me sabía lesbiana; cazacamión de tomo y lomo.
Ese día me acordé y entendí. No me acuerdo de nada, pero me acordé y entendí: La Triny y la Tere eran pareja. Se comían y se amaban.
La Tere no volvió. Siempre fue un misterio.
La Triny no se dejaba ver o quizás yo no la veía.
Ahora la Triny era un camión mayor. Usaba sudadera, buzo y bastón y me ponía muy nerviosa.
Una vez la Triny pensó que me estaba robando a mi propia gata. Con el Benja nos reímos mil años.
Una vez fue a buscar a mis papás a la casa y gritaba “don Fredy, señora Mónica, don Fredy, señora Mónica, don Fredy, señora Mónica, don Fredy, señora Mónica…”. Todo junto, sin espacio. No pudimos salir; con el Benja teníamos ataque de risa.
A veces el camión Triny me hablaba un montón de los gatos y los viajes y de pronto me preguntó cómo me había ido en el viaje a España. Viajé a España 2 años antes de esa pregunta.
Otras veces la saludaba y no me reconocía, como esa vez que le pedí la gatera y pensó que era una encuesta o algo así. Al final salió pilucha, cubierta con una bata entreabierta. Le vi todo. Me perturbó mucho.
A la Triny se le iba la olla. A la chucha.
Ese camión era loco, jevi, y me gustaba documentar su vida.
Cuando la veía, cuando le hablaba a sus gatos. Cuando salía muy elegante, cuando invitaba a sus amigas.
Cuando llegaron sus sobrinas camiones, que no heredaron ni un tercio de la elegancia y carácter de su tía.
A veces al hablar con ella me daba un nervio como ese nervio que da al hablar con la chiquilla que te gusta.
Ayer se murió la Triny, el camión vecino.
Mi papá me contó recién y todo es muy triste.